El Observatorio Español del Mercado del Vino desarrolló, con gran éxito de participación y de contenidos, sus jornadas sobre Consumo de Vino en España, que ponían su acento en el comercio electrónico, la presencia de las bodegas en Internet y que sirvió para dar a conocer algo más en profundidad la campaña de divulgación “Quien sabe beber, sabe vivir”.
Particularmente, llevo asistiendo casi 15 años a este tipo de eventos sectoriales y en su mayoría pecan por un exhaustivo análisis de los problemas del sector, aspectos que acaparan más del 95 por ciento del tiempo de la exposición, dejando tan sólo un 5 por ciento para las soluciones tangibles. Y es que al final son las empresas las que centran la última diapositiva del PowerPoint, con las direcciones de contacto, para abordar soluciones particulares y no generales, como no puede ser de otra manera en un estudio para una institución.
Más allá de esta reflexión, en la que considero que la variación del estado del “enfermo” es mucho más lenta que las causas que provocan su malestar, me quedo con la reflexión que se hizo en las jornadas que hay que “desmitificar” algo el vino de toda la parafernalia de la que está inmerso, porque, como dijo uno de los ponentes, “ante el miedo de alguien que lleva una botella de vino a una reunión social de que no vaya a ser la elección adecuada, muchos de ellos se limitan a llevar cerveza, bebida sobre la que no se suele opinar”.
Evidentemente, el consumo del vino en España se centra principalmente en personas mayores de 45 años y, desgraciadamente, en el sector no sabemos abordar bien a los jóvenes, que no tienen al vino como algo cercano. Y ahí es donde habría que utilizar un lenguaje y unos códigos más cercanos, sin centrarnos exclusivamente en los momentos de consumo archiconocidos por todos: bodas, bautizos, comuniones y comidas de empresa. Hay que contar historias y eliminar prejuicios, que pasan porque, de una forma bien utilizada, los no bebedores de vino accedan a él desde bebidas afines que tienen al vino como base. Desde luego ayudamos poco si en una etiqueta ponemos que un vino tiene “recuerdos a sotobosque”.
Esta complejidad se inició de forma consistente en los primeros años de la década de los 90, con la irrupción de reportajes temáticos en los dominicales, algo que, sin duda, sirvió para que se empezara a hablar más de vino y de su Cultura. Pero ahora toca cambiar los registros y hacer que se vea el vino como un placer, tomado con moderación. Claro que, como se reconoció en las propias jornadas, en el mundo del vino vamos 15 años tarde en relación con la cerveza, que, sin duda, es un sector menos disperso, más unido y con mayores fondos.
Lo que no me queda muy claro que ayude a desmitificar el vino es el ejemplo que acabo de ver en Internet, donde la Federación Española del Vino está patrocinando los actos del Bicentenario de Prim, con un banner en la página principal de este evento, más allá de que el secretario general de la FEV, Pau Roca, sea natural de Reus, la misma localidad donde nació el General Prim.