Hace días que vengo pensando en qué escribir y este tema lo tenía en mi mente, aunque en un segundo plano ya que no hace tanto escribí al respecto en mi página. Los eventos climáticos de los últimos días en mi país (Uruguay) me decidieron definitivamente. Hoy hablaré del clima y el vino.
Sin lugar a dudas y a riesgo de ser linchado, el cambio climático tiene consecuencias mucho, muchísimo más importantes que el vino, como la vida (en todo sentido) de la gente, pero a nosotros nos convoca hoy hablar de esta mágica bebida y cómo el cambio climático la está afectando.
Para muestra falta saber que en la zona de Champagne la vendimia comienza 15 días antes que en 1980. Sí, 15 días antes. Además es evidente la aparición de nuevas zonas vitivinícolas en países hasta hace unos años insospechados, como lo son los países del norte de Europa. Hacia el sur pasa algo similar con la aparición de viñedos en la Patagonia (Argentina) y también por ejemplo en la isla de Tasmania, al sur de Australia.
Y el asunto es aún más grave antes que alguien piense (con razón) que la aparición de nuevas zonas genera nuevas etiquetas y nuevas opciones. Hay vinos reconocidos que están cambiando. El hecho de que en una zona se cultive 10 o 15 días antes, genera también otro fruto diferente al de hace años, lo que redunda en un vino distinto. Dicen los viticultores que peinan canas que los vinos de Francia ya no son lo que supieron ser, lo mismo con España o Portugal. Esta afirmación hay que tomarla con cuidado porque también se dan variaciones en las tendencias de vinificación y consumo, pero es algo a tener en cuenta.
Muchas denominaciones de origen tienen entre sus reglamentaciones parámetros permitidos de alcohol, los cuáles pueden llegar a ser sobrepasados debido al calentamiento global. Mayor temperatura incrementa el contenido de azúcar y por lo tanto el alcohol potencial. Si no se detiene el calentamiento global las denominaciones de origen deberán rever sus reglamentaciones para poder seguir existiendo.
Tal vez sea por esto o por la tendencia a los productos eco (sea por lo que sea, bienvenido sea) que las bodegas están apuntando a producciones menos agresivas con el medio ambiente, desde la planta hasta el embotellado, dejando de a poco aquellas pesadas botellas por unas nuevas más livianas, que necesitan menos agua para ser producidas y son más económicas y eficaces de transportar. Quizás sea hora que nosotros como consumidores empecemos a exigir lo mismo, que las bodegas sean más cuidadosas con sus procesos, ya que si el calentamiento global no se detiene seguramente esto no sea de las primeras cosas que haya que preocuparse.