Durante mas de 40 años Josko Gravner ha estado trabajando en el norte de Italia, cerca de Oslavia, donde sus 18 hectáreas de viñedos se sitúan en el límite con Slovenia.
Él ha cambiado su manera de hacer vino, a pasado de la fermentación a temperatura controlada en acero inoxidable y el uso de barricas de roble a la introducción a finales de 1990 de ánforas de terracota con una capacidad de 2.500 litros, sellada con cera de abejas y enterradas hasta el cuello con un diseño especial, parecidas a las ánforas georgianas de vino, (“kvevri”).
La diferencia de este último cambio a la arcilla , Gravner ha dicho: «Los vinos en ánfora tienen espíritu», las uvas son prensadas y fermentadas en contacto con la piel, y también se maceran durante más de seis meses, técnicamente parece una locura, especialmente a los productores que creían que los vinos blancos deben ser ligeros, afrutados, con aromas y sabores que los harían beber con facilidad.
Los vinos que elabora Gravner son de la cepa Ribolla Gialla son de color ámbar con un matiz naranja brillante; una nariz intrigante con albaricoques, melocotones, miel de azahar, flores y nueces tostadas. Seco y de cuerpo medio, buena acidez. Notas de mandarina intensa, albaricoques, avellanas en el paladar. Buena estructura, signos de taninos. Final mineral, largo y fresco con un toque salado único.
«Hacer vino como yo lo hago es un poco como buscar el agua limpia de un río. No se busca agua limpia en la desembocadura del río, cerca del mar. Hay que ir a las montañas, a donde el río nace del suelo. He aplicado esta misma idea a mi forma de elaborar el vino. He buscado el vino en su origen, cómo se inventó y cómo se ha producido durante 5.000 años, y lo he encontrado». JOSKO GRAVNER